Noticia escatológica del día. Mientras unos todavía piensan y se
devanean los sesos intentando adivinar cómo es que la pasta de dientes
sale con rayas perfectas,
una chica decidió crearse su propia pasta de dientes sin rayas pero con
grumos para ganar un concurso. Y quien sabe si una infección de encías
también. El concurso consistía en mandar el vídeo
más asqueroso que se te ocurriera y así poder ganar un iPhone. A mí se me ocurre hacer un concurso para esta gente: un
iPhone al que
se tire de un puente de la forma más creativa. Sin cuerda, por favor.
No fue la única que envió algo por el estilo al concurso, sin ir más lejos quedó por delante de una chica que
lamió su propio tampón usado. Pero eso ya está muy visto desde que
Giovanna Plowman
lo llevó al extremo. Así pues, la joven que se había preparado comiendo
copiosamente aquella tarde, pudo ganar el reto sin excesivas
dificultades. Bueno, exceptuando las previsibles arcadas al
“lavarse” los dientes con tal materia. Supongo que porque no hubo nadie que tuviera los santos bemoles de además de lavárselos,
enjuagarse la boca con la agüilla del… PUERGH.
La noticia nos hace plantearnos
hasta donde está llevando a ciertas personas la estupidez de
“a ver quién la hace más gorda”,
“a que no hay huevos de” y quien llama más la atención. A mí me parece que el precio de un iPhone es muchísimo más barato de lo que podría valer
mi dignidad.
Sin embargo estas personas son capaces de rebajarse personalmente hasta
las cotas más bajas que hay para conseguir un bien material que en la
próxima keynote de
Apple será
antiguo. ¿Ha ido guardando popó en un bote para cuando salga el iPhone 6? No me extrañaría.
Lo más chocante de todo esto es que este tipo de gente se siente
orgullosa de sus “logros”. Consiguen seguidores en Twitter por doquier e
esta, incluso, creó el hashtag
#girlwhoateshit como si fuera su mayor momento de gloria en su triste vida. Y todo por un móvil
de mierda. Nunca mejor dicho.
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